martes, noviembre 22, 2005

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En una utopía donde las normas no existiesen porque se hubiera alcanzado un grado tal de mesura, raciocinio, bondad y farmacología que no las hicieran necesarias; en un mundo así, ideal o claustrofóbico, todavía seguiría existiendo un lugar donde las reglas sobrevivirían: una mesa de billar.
Jugadores perseguidos por fijar las pautas del duelo, fieles a unas normas que aumentan la dificultad y equilibran las fuerzas, cada uno de ellos se convertiría en un peligro para una sociedad ya incapacitada para ordenarse de una manera distinta a la lógica. Decidirían por sí mismos, delante de la mesa y taco en mano, un acuerdo entre caballeros donde la palabra es suficiente para comenzar a jugar.
Imagínense los cinéfilos un cruce entre Blade Runner y El buscavidas, ahí está depositado el imaginario de este post.
Disfruten la partida.

domingo, noviembre 20, 2005

el partido que no ví

Ayer sábado noche me tuve que decidir entre ver el Madrid-Barça o asistir al último concierto del festival sinsal 3.0. Ganaron P.G. Six, Samara Lubiesky y el grandísimo James Yorkston. Al llegar a casa, en los resúmenes deportivos, una noticia previsible: el Barça había ganado por 0-3 con un auténtico festival de juego en el que destacó el hipervitaminado Ronaldinho. La media hora que la televisión gallega dedicó al partido me sirvió para corroborar todas mis impresiones previas al encuentro (ya sé que ésto se parece mucho a comentar una película después de ver su trailer, pero espero que se me perdone la licencia):

1) El Real Madrid actual es una caricatura de equipo. De entrada, un entrenador que pretende enfrentarse al Barça de Etoo, Ronaldinho, Deco, Messi y Xavi sin contar con la presencia como titular de Guti, sólo puede aspirar a recibir cuanto antes el finiquito e irse a entrenar algún equipo de Regional Preferente. El trato que ha recibido Guti en el Real Madrid en estos últimos años resulta sorprendente. Dudo mucho que haya en España algún jugador a su altura, con su visión de juego y su capacidad para armar con garantías un ataque solvente. Sus pases en profundidad, su capacidad para ver los desmarques de los compañeros y un sentido de equipo del que carecen la mayoría de sus narcisistas y ególatras compañeros hacen de él un jugador indispensable en cualquier equipo. Eso sería lo normal, pero el Madrid actual es muchas cosas excepto un equipo normal.

2) El Real Madrid actual es una caricatura de equipo. Su "clan de los brasileños", eficaz instrumento de mercadotecnia y singular muestra de como un conjunto de jugadores puede dar lugar a cualquier cosa menos a un equipo es, más que un síntoma, el epítome de lo que entiende por fútbol su presidente: una especie de banda de virtuosos en plan Harlem Globetrotters, capaces de protogonizar un par de hermosas jugadas por partido y de sestear aburridos el resto del tiempo.

3) El Real Madrid actual es una caricatura de equipo. La desconexión absurda entre sus líneas, la fractura absoluta entre defensa y centro del campo, el abandono de cualquier tipo de tarea defensiva por parte de casi todos sus jugadores (salvemos al infatigable Raúl, al acelerado Míchel Salgado, al jovencísimo pero ya gigantesco Segio Ramos y al apestado Guti durante sus escasos veinte minutos) y la tendencia de sus estrellas a mirar con aburrimiento el balón en cuanto las cosas se les tuercen, producen en el espectador una molesta sensación de vergüenza ajena que hoy se materializó en los aplausos que el público del Bernabeu dedicó al tercer gol de Barça.

4) El Barça es un equipo. Sólido defensivamente, bien armado en el centro del campo, con una capacidad infinita para desbordar por las bandas, provocar ocasiones de gol de manera continuada y una idea colectiva de juego que hace que sea muy complicado tanto quitarle el balón como jugar contra él de manera cómoda.

5) El Barça es un equipo. Y sobre él ejercen un liderazgo incuestionable tres jugadores en estado de gracia: Ronaldinho, Etoo y Xavi. En mi memoria sólo recuerdo algo semejante a esta máquina prodigiosa de hacer fútbol: el Barça de Laudrup, Romario y Stoichkov. Actualmente, un derbi entre el equipo blanco y los blaugranas es un encuentro descompensado de entrada, una apuesta segura por el equipo catalán. El RIVAL de este Barça hay que buscarlo en Europa: el Chelsea de Abramovic y Mourinho, la apisonadora británica que juega al fúbol con la eficacia de una cadena de montaje automovilística y el ritmo de un metrónomo en posición de "presto". La más que probable final de la Copa de Europa entre estos dos equipos promete un duelo del que se hablará durante años.

6) El Barça es un equipo. Su presidente -por el que siento pocas simpatías- ha conseguido materializar con paciencia no exenta de algún que otro golpe de efecto un grupo de jugadores que no son meras marcas comerciales para vender camisetas a espuertas. La lógica deportiva no ha sido supeditada por completo a la lógica económica, como le sucede a su rival madrileño. Su entrenador está bastante alejado del modelo mesiánico del histriónico Vanderlei Luxemburgo. Sus estrellas son atletas capaces de hacerse el campo completo cuarenta veces por partido, y sus apariciones públicas no ocupan los sumarios de los programas del corazón.

Por todo ello, qué quieren que les diga, a mí el 0-3 casi me parece un resultado aceptable para los seguidores del equipo blanco.

sábado, noviembre 19, 2005

La previa de un partido que no veré

Nadie vive el fútbol como un seguidor pero pocos disfrutan con el juego. El juego se despliega por todo el campo, y lo despliega tu equipo y el contrario. Un seguidor reconoce la visión de Xavi o teme a Raúl, pero no consigue disfrutar con sus pases, aunque exlame qué bueno es el cabrón, o reconozca los cojones del huraño ese. Hoy no veré el partido (no, tampoco el Betis-Sevilla) porque voy a dedicarme a este blog: tengo una cita con un jugador de billar para aprender de él. No me apetece ver perder a mi equipo y por eso renuncio de manera cobarde. Y si gana, leeré la ponderada crónica de Willy y disfrutaré con los goles repetidos sin descanso durante mañana domingo. Ahora bien, el mayor riesgo será si hoy, en una tarde perfecta, desde una cámara situada en lo alto del Bernabéu, se retransmitiera un buen partido, de esos que con los resúmenes no bastan.
Espero que lo disfruten, yo recibiré una lección de clase con los tacos, me tomaré dos cañas y preguntaré desesperado cómo va el partido.

jueves, noviembre 17, 2005

ser y jugar

Todos aquellos que hemos disfrutado de interminables partidos de fútbol durante las eternas tardes de los veranos de nuestra infancia sabemos algunas cosas sobre las personas que no aparecen en los libros de psicología, en los manuales de autoayuda, posiblemente ni siquiera en los textos que manejan los criminólogos para intentar entender las múltiples variaciones que experimenta la personalidad de un ser humano en circunstancias extremas. Por ejemplo, cuando uno lleva dos horas de partido, va perdiendo nueve a uno en un partido que es a diez goles, y, sin saber como, en media hora más le ha dado la vuelta al marcador y ha terminado ganando diez-nueve. Las veces que eso ocurría, en las tardes eternas de los veranos interminables de nuestras infancias infinitas, al acabar el partido, todos los jugadores nos dirigíamos en silencio a darnos un baño a la playa más cercana. En el aire cálido de algún verano de la década de los setenta o de los ochenta, en el pequeño campo de fútbol en el que nos dejábamos las energías irrecuperables de nuestra niñez durante los veranos, con el sol al borde la línea del horizonte, se podía respirar el olor del juego cuando éste ha alcanzado la categoría de religión. No éramos simples jugadores de fútbol. Éramos, durante el tiempo del partido, algo más que eso. Y durante las casi tres horas en las que nos peléabamos por algo tan absurdo como llegar primeros a meter diez goles, experimentábamos un catálogo de sensaciones y estados de ánimo que después, en la vida adulta, sólo he sido capaz de reconocer de manera fragmentaria y desvaída. Sin la intensidad de aquellos años. Quizás lo más sorprendente resultaba la correspondencia que existía entre como éramos cada uno de nosotros y la forma que teníamos de jugar. Algo extraño, ver las personalidades de tus amigos expresándose a través de patadas y carreras, de codazos y empujones, dando saltos o tirándose en plancha para rematar un centro con rosca. Sí. En cada gesto iba algo de nosotros en su forma más auténtica. Mis recuerdos de mí mismo son los siguientes: cierto miedo escénico ante la responsabilidad que uno adquiere al formar parte de un equipo; cierta incapacidad para creerme del todo el valor de mis acciones, tanto para lo bueno como para lo malo; dosis considerables de torpeza; cientos de miles de decisiones equivocadas cada minuto; una incapacidad sistemática para tomar decisiones de importancia correctas, acosado por dudas en los momentos más comprometidos, como cuando me quedaba solo delante del portero y acababa enviando el balón fuera del campo; internadas suicidas por las bandas que daban casi siempre conmigo en el suelo; algún centro-chut aislado que acababa milagrosamente en el fondo de la portería; la sensación epifánica, al menos una vez cada verano, de marcar el gol decisivo en el momento más inesperado. Y mi amigo F., con quien jugaba casi siempre en el mismo equipo, gritándome para que corriera más, para que no fuera el pusilánime atolondrado que no era capaz de dejar de ser: el tipo que uno quiere tener siempre de su lado, porque cuando se ponía a jugar, ganar no era una opción, era la única posibilidad válida.

La forma de jugar, cuando uno es niño, es un mensaje codificado acerca de como será cada cual en el futuro en la vida real. Pero eso uno sólo lo adivina mucho más tarde, cuando deja de practicarlo y, echando la vista atrás, añora tanto lo que fue como lo que no ha sido.

miércoles, noviembre 16, 2005

Instrucciones para jugar un alemán

Tan sólo se necesita una portería, un balón de fútbol y, al menos, tres jugadores. Uno de ellos debe comenzar de portero, elección que podrá ser voluntaria o resuelta por azar. No obstante, quien de inicio ocupe los tres palos recibirá la prima de partir con un punto más (siete, en lugar de los seis de sus compañeros)
La dinámica del juego es sencilla. Los jugadores deberán pasarse el balón y decidir cuál es el momento oportuno para disparar a portería, con el único condicionante de tener que hacerlo siempre que reciban el balón no a ras de suelo, sino por el aire. De esta manera, sus disparos se ceñirán a voleas o remates de cabeza. Si logran marcar de este modo se le descontará un punto al jugador que ocupe la portería en ese momento, jugador que seguirá manteniéndose en ella. Si, por el contrario, el tiro se falla o lo para el guardameta, aquel jugador que ha rematado se quedará de portero, con el riesgo ya mencionado de ir perdiendo puntos a medida que vaya encajando goles.
Cuando los puntos de un jugador se reduzcan a cero será eliminado. Cuando tan sólo queden dos, o bien se cuentan los puntos que todavía restan a cada uno o se decide el ganador por penaltis. También se puede motivar la acción del remate recuperando puntos por cada gol que se consigue y así se alimenta el dinamismo del juego.

Toda decisión implica un riesgo, todo riesgo ganancia o pérdida. Todos juegan para eliminarte y ante los buenos pases que te ofrecen debes decidirte, pase envenenado.

A los diez años no necesitábamos leer a Sun Tzu para familiarizarnos con la que se nos venía encima.

Por cierto,¿ en su barrio como se llamaba?

domingo, noviembre 13, 2005

noche de fiesta

Ganó España. 5 a 1 a un rival de medio pelo, a una selección birriosa que, durante medio partido dio la impresión de que pasaría dificultades ante equipos de la liga española de segunda división B. Sin embargo, bajo un resultado tan aseado, tan pulcro, tan de selección de primer nivel frente a selección menor, se oculta una historia que tuvo tres fragmentos bien definidos, casi inconexos entre sí. Durante los primeros cuarenta y cinco minutos la selección española jugó con soltura, libre de la ansiedad y el agarrotamiento que esta clase de compromisos genera de manera endémica en ella. La fluidez en el manejo del balón desde la línea de medio campo (inmenso Xavi), las galopadas por las bandas (en especial las de Reyes), la paciencia con la que tejían arriba las jugadas Luis García, Raúl y Torres, y una defensa bien armada desde el círculo central hasta llegar a Casillas, hicieron que a los veinticinco minutos todo apuntase a una victoria cómoda gracias a los dos goles del citado Luis García. Sin embargo, España desperdició hasta tres ocasiones clarísimas de gol: tuvo la oportunidad de rematar a una selección que jugaba al fútbol como lo harían los odiosos chiquiprecios de los anuncios, sin consistencia alguna, con las líneas de juego totalmente desconectadas entre sí, concediendo espacios y moviéndose a rastras por el campo. Semejante generosidad por la parte española dejaba la puerta abierta a que alguna jugada desgraciada complicase las cosas. Y así fue. Al comenzar la segunda parte se vio otra Eslovaquia sobre el campo. Reduciendo las distancias entre líneas, cerrando mejor las líneas de pase españolas y ejerciendo mayor presión sobre sus jugadores clave, de pronto España entró en barrena: empezó a embarullarse y a no ser capaz de abrir huecos, comenzó a sentir el sudor frío que suponíamos superado y, en una jugada absolutamente intrascendente, Luis García en el minuto cuatro regaló un balón delante de la portería de Casillas a Vittek que, además de acercarlos en el marcador cayó como un torpedo sobre la línea de flotación de la autoestima de la selección española. Los siguientes diez minutos supusieron una inversión de las tornas: Eslovaquia, envalentonada y jugando con un mínimo criterio, se echó arriba, se metió en el partido y puso al borde del pánico a los españoles. Cuando el partido estaba en esa clase de impasse que por lo general acaba en desastre, se produjo un giro inesperado: una mano absurda del defensa Kratochvil supuso la expulsión de su compañero Had por protestar y el tercer gol de España al transformar Torres el penalty consiguiente. A partir de ahí Eslovaquia se vino abajo de manera irreversible y entregó el partido sin condiciones. Marcó Luis García el cuarto, entraron Vicente y Morientes, marcó este el quinto tras un pase magnífico del propio Vicente (el portero eslovaco, por cierto, un amigo) y, al final, todos felices.

A la espera del partido de vuelta, un mero trámite tras este resultado, uno se pregunta a qué venía tanta prevención con un equipo como el eslovaco. Con un fútbol primario, sin jugadores que marquen diferencias, lentos, robustos pero no demasiado espabilados: ¿este era el equipo por el que había que tener tanto respeto? Claro que, tras la patética fase de clasificación hecha hasta ahora, España debería respetar hasta a la selección de casados de mi barrio. En fin. Ya veremos hasta donde llega este equipo en el mundial. De entrada, si por un casual se lesionasen Xavi o Raúl, íbamos a ver hasta que punto se haría el ridículo.

(Me dejo en el tintero dos preguntas: ¿qué le ha hecho Guti a Luis Aragonés? y ¿qué ha hecho Joaquín peor que Vicente? ¿por qué ha castigado a uno sí y a otro no si los dos jugaron igual de mal durante toda la fase de clasificación?)

sábado, noviembre 12, 2005

Ese odioso pragmatismo

Desde un pragmatismo mal entendido se considera el partido de esta noche más importante que la vuelta en Bratislava. Si la Selección resolviera hoy el partido no tendría ya de qué preocuparse. Así piensan quienes combinan la euforia y el miedo, el superlativo con la crítica desesperada: el retrato del seguidor inquieto.
Ese desviado pragmatismo, que tanto obsesiona a muchos, no revela sino inseguridad. Quienes lo usan tachan al resto de romáticos, de infieles o de neófitos. Para ellos no jugar el Mundial es un fracaso, y si se juega España parte con posibilidades siempre que acompañe la suerte.
Los pragmáticos no tienen memoria, los pragmáticos sólo disfrutan el día después, pero no recuerdan, que incluso ellos vibraron más con aquel doce uno que con la final que todavía no han jugado.
Que se disputen ambos encuentros es el mínimo necesario para completar un análisis que nunca se cierra, qué aspiraciones debe tener un seguidor de la Selección española. Yo lo tengo claro: a mí me gustan los buenos partidos, dentro y fuera de casa, aquellos que no se olvidan, y hoy, o el día de la vuelta, quisiera ver uno de esos. Ya les contará Willy.

viernes, noviembre 11, 2005

Suburbios, doping y prensa extranjera, con un taconazo de Mágico


Ayer, en el correro de los lectores de Le Monde, Manuel Echeverría (de quien sólo conocemos su ciudadanía, Getxo) criticaba un pasado editorial del diario donde se apuntaba, a vueltas con el Estatut, "une identité espagnole fragilisée". Nuestro vizcaíno replicaba con ironía que mejor discutir la identidad en el Parlamento que hacerlo noche tras noche en la calle. Y los franceses se lo publican. Fuera tópicos, por tanto.
Por eso, que apareciera ayer como apertura de páginas deportivas, en el mismo periódico, la noticia del positivo de Heras en la pasada Vuelta no debe entenderse sino como lo que es: una noticia a confirmar pero publicable. Aquí sólo es portada la selección. O no interesa o nos avergüenza, de ahí la necesidad de los enlaces siguientes:
La Gazzetta dello Sport.
L´Équipe.

Por cierto, que seguiremos con interés el álbum de cromos de Fingus, con el primero dedicado a Mágico González.

miércoles, noviembre 09, 2005

yo nado (poco)

Hay veces en las que, sintiéndome ágil como una sardina y veloz como un pez-tortuga, nadando por mi calle atestada de aspirantes frustrados al título mundial de nadador-chulito, me pongo a pensar en cómo debe ser la vida de uno de los grandes monstruos de la natación contemporánea. Claro, los dos primeros nombres que me vienen a la cabeza son el elegantísimo Ian Thorpe, revestido por esa aura de enviado por los dioses a reventar todos los récords del mundo, y el bestial Micahel Phelps, permanentemente enganchado a su i-pod y adicto a las hamburguesas dobles.





Las diferencias entre ambos, empezando por las especialidades en las que nada cada uno son bastante trascendentes: Thorpe parece haberse rendido a los encantos de su vida como celebridad, ha rebajado su nivel de exigencia y, desde hace dos años, ya no es el torpedo inalcanzable que durante una temporada gobernó implacable sobre las piscinas del planeta. Además, es coleccionista de arte contemporáneo, tiene amigos célebres en plan top models, atletas famosos y cantantes de grupos de rock tipo U2, anuncia ropa interior y transmite esa imagen de haber sido sacado de una exposición sobre escultura griega del siglo IV A.C. Phelps, el chico del barrio, es un tipo rudo. Su idea del glamour pasa por el burguer king más cercano a su casa, no muestra ningún tipo de interés por todo aquello que no lleve cloro y vive las veinticuatro horas del día dedicado a su profesión. Sin embargo, Phelps se ha atrevido a desafiar a casi todos sus rivales en especialidades que no son las suyas: eso lo hace estar un peldaño por encima de Thorpe. Ha ambicionado todo, y, gloriosamente, ha sido derrotado por los especialistas de aquellas pruebas para las que no está dotado naturalmente. Quizás Thorpe parezca un dios, pero Phelps, empeñado en llegar hasta el tope de sus posibilidades en cualquier circunstancia ha conseguido dotar de un plus de épica a sus hazañas (incluidas las frustradas). Y el deporte, sin esa épica, sin osadía ni atrevimiento, es puro trámite administrativo transformado en esfuerzo físico.

(En todo eso pienso, mientras, boca arriba, tragando agua por todos los orificios de mi cabeza, me empeño en nadar de espaldas pese a mi incapacidad natural para ello.)

El mus como deporte


Deporte: actividad física, ejercida como juego o competición, cuya prática supone entrenamiento y sujeción a normas.

Tan sólo una característica, la primera, podría hacernos dudar de la condición, vía R.A.E., del mus como deporte. Pero el gran absurdo está a las puertas: si sólo interviniera la actividad física en el deporte, el deporte no existiría, no sería posible. Por eso debe entenderse la referencia a la actividad física de manera amplia y no en contraposición a la mental (si es que ésta no es también física). De esta forma se explica que el ajedrez haya cruzado la frontera, y por el mismo razonamiento tampoco debería excluirse al mus.
¿Que influye el azar en las cartas? Sí, es cierto, pero todo jugador sabe que las cartas no lo son todo (algún día hablaremos de Las joyas de la biblioteca de un jugador, artículo cumbre para viciosos y tramposos, del mejor Mamet, aquel de Casa de juegos). Las cartas en juego tienen su valor, pero lo importante es saber aprovecharlas, saber jugar. Además, no en todas las actividades que se consideran deporte rige como norma que los participantes compitan en igualdad de condiciones. Véase la Fórmula1, hecho que parece no resta mérito deportivo a quien consigue ganar el mundial.
¿Y por qué elevar el mus a deporte?, ¿ lo necesita? Supongo que no es cuestión de necesidad, sino de situarlo y hacerlo partícipe de las bondades semánticas que desprende todo aquello que se identifica como deporte: entretenimiento, aprendizaje, sana competición o sana actividad.
Y si ustedes no se atreven a desenmascarar estas propiedades, dejen entonces que el mus las comparta.

lunes, noviembre 07, 2005

Antes ya fue N´Kono


Mr. Willy habla de Etoo. Pero si Etoo juega hoy en el Barça se debe a que un día lo hizo N´Kono en el Español.
N´Kono ha pertenecido a la clase de guardametas que se dejan sentir por sus grandes paradas, sí, pero también por ser negro, camerunés y jugar con pantalones largos. Por romper. Claro, hablamos de los años ochenta en España, de un fútbol todavía no bosmanizado y una sociedad que no veía inmigrantes en el metro. N´Kono era exótico y ágil como nadie. Ambas cosas como nadie.
Todo empezó con aquella selección 82 de Camerún, encabezada por él. Ése fue el primer paso para que un día, años más tarde, el Madrid apostara (poco) por Etoo. Porque Etoo es un producto de la pasión de Camerún tras su Mundial 90 (de nuevo con N´Kono y Roger Milla) y ese Mundial consecuencia del trabajo realizado durante una década. Italia fue un éxito para aquella selección de jugadores descarados; se convirtieron en ese equipo que en un mundial repesca a los aficionados que han perdido a su selección en rondas anteriores. Y además jugaban bien.
Recalcamos, Etoo no sería, porque Camerún no lo habría dado, si jugadores como N´Kono no hubiesen alcanzado ese nivel. La cantera y la afición se logran con hitos, con épica, pero dilatada en el tiempo. Quince años de buen fútbol como abono.
N´Kono también, sobre todo, caló en España. Contribuyó a la final UEFA del Español (con Clemente a la defensiva, según los críticos) y durante muchos años fue un cromo cotizado. Cuando todos nos pedíamos ser N´Kono al jugar, no hacíamos sino convertirlo en el símbolo que ya era: el del fútbol africano.
Y que sude Etoo para quitárselo.

domingo, noviembre 06, 2005

Etoo (un apresurado post de prueba)

Quizás no sea el jugador más rápido de la liga actual, ni el que tiene el mejor dribbling, o el más dotado físicamente, ni siquiera el que posee el olfato de gol más acusado. Sin embargo, Samuel Etoo, es, con bastante diferencia, el más inteligente, el más generoso con sus compañeros, y oh, vanidad de vanidades, el más elegante jugando.

Hay jugadores que, en espacios de un metro cuadrado, ven autopistas para que circule el balón, mientras que otros, teniendo la perspectiva de todo el campo, se sienten encerrados en un callejón sin salida. Lo interesante de Etoo es su capacidad para encontrar atajos ocultos para el balón allá donde otros confunden las piernas de los rivales con la jungla amazónica. A esta especie de visión de rayos-x se une su intuición casi mágica para presentir los desmarques de sus compañeros, para ver de manera misteriosa por el rabillo del ojo las subidas de sus laterales. Hay una mezcla misteriosa de precisión y fuerza en sus movimientos, un juego electrizante de tensión muscular y actividad cerebral que parece dejar un reguero de chispas a su paso, como si tras sus cabalgadas, quedara grabada una especie de marca incandescente en el césped del campo.